El pasado 11 de julio, en Sant’Angelo Lodigiano, Mons. Gabriele Bernardelli presentó el libro Il Sacro Cuore e la Madre Cabrini, con motivo del centenario de la dedicación al Sagrado Corazón de la iglesia del Tabor en Codogno. Esta iglesia, situada en el Centro de Espiritualidad Santa Francesca Cabrini, es conocida también como la “cuna del Instituto”, ya que fue precisamente en estos ambientes del antiguo convento franciscano donde Madre Cabrini dio inicio a su aventura misionera en 1880.
 
También es importante mencionar una hermosa coincidencia: este año se celebra el 350º aniversario de la primera aparición del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque en Paray-le-Monial, así como el Jubileo ordinario actualmente en curso.
 
“Un encadenamiento de fechas que marcan el paso del tiempo en el cual nos encontramos como peregrinos hacia el Corazón del Salvador, que las letanías invocan como ‘casa de Dios y puerta del cielo’”, expresó Mons. Bernardelli durante su discurso.
 
El volumen presentado está compuesto por 17 contribuciones, precedidas por la introducción de Lucetta Scaraffia, historiadora y periodista, quien en 2003 ya había publicado una notable biografía de Santa Cabrini titulada Francesca Cabrini. Tra la terra e il cielo (Editorial Paulinas).
 
Los autores de los 17 textos representan una pluralidad de voces dentro del universo cabriniano: desde un obispo y dos presbíteros, hasta seis religiosas misioneras del Sagrado Corazón (entre ellas la actual Superiora General y una ex Superiora General), pasando por periodistas, un archivista y docentes de escuelas cabrinianas.
 
Más que desarrollar un único tema desde diferentes perspectivas, la obra ofrece una variedad de enfoques que abarcan desde el ensayo histórico hasta la reflexión espiritual, incluyendo testimonios sobre la actualidad y fecundidad del carisma cabriniano.
 
Mons. Bernardelli concluyó su presentación con un recuerdo muy personal:
“Durante mis años de liceo, pasados en el Seminario de Lodi, solíamos rezar el Rosario por la noche, caminando por uno de los largos pasillos, al final del cual se destacaba un gran retrato de Santa Cabrini. Era ese hermoso retrato donde la Santa, ya anciana, sonríe.
A lo largo de los años me ha vuelto a suceder que lo contemplo: ya no es la joven y bella Cabrini, pero de su rostro emana una belleza profunda y pacificada que siempre me conmueve. Es la belleza que brota de quien tiene el corazón enraizado en Dios y el cuerpo adolorido por el servicio apostólico.
Y la fuente de todo ello es siempre ese Corazón que, como dicen sus bellísimas letanías, es una ‘fornace ardente di carità’ —un horno ardiente de caridad.
Allí permanece ahora para siempre la Santa Madre, y esperamos que un día estemos también nosotros.”
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